347.000 empleados públicos en la calle
Echar a más de la mitad de los empleados públicos: unos 347.000, solo en la Provincia de Buenos Aires, es la condición sine qua non que deberá cumplir el Gobierno para que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) prospere , porque hasta ahora le dieron cinco mil nada mas
Echar a más de la mitad de los empleados públicos: unos 347.000, solo en la Provincia de Buenos Aires, es la condición sine qua non que deberá cumplir el Gobierno para que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) prospere , porque hasta ahora le dieron cinco mil nada mas.
Eso y no otra cosa es la meta de déficit cero impuesta por el organismo multilateral en el Presupuesto 2019. Su cumplimiento es la exigencia para garantizar la totalidad de su préstamo (Ver aparte).
No hay eufemismos para contar la crudeza de una realidad que nos coloca en medio de una encrucijada: la Argentina necesita dólares que el modelo actual no genera sino que fuga, y los necesita cuanto antes para no entrar en default. Para hacerse con ellos, el Gobierno recurrió al Fondo, que le da un ultimátum: no podés gastar más de lo que ingresa.
Por eso, el Estado, principal promotor del empleo en negro, deberá deshacerse de la inmensa mayoría de sus trabajadores precarizados, todos aquellos que en estos años fueron utilizados para disimular la creciente desocupación y la falta de generación de trabajo productivo.
La tijera baja desde la Nación, hasta las provincias y los municipios. Pues, si quieren recibir fondos de la Rosada, los gobernadores -y, a través de ellos, los intendentes- deberán aplicar los recortes.
Escupidos del sistema público, los trabajadores irán a golpear las puertas del sistema privado, que no se abrirán: la crisis de las PyMes y la caída del mercado interno es algo que este diario documenta edición tras edición.
La consecuencia, previsible, de manual: un mayor desempleo empuja a la pobreza a cientos de miles, herido de muerte, el poder adquisitivo el consumo se enfría todavía más, la recesión se acelera. El déficit cae, y la inflación tiende a bajar. La fórmula, ya ensayada, ya anticipada por este diario, fue ratificada ayer por el flamante presidente del Banco Central, Guido Sandleris (Ver aparte).
Un callejón sin salida que pudo haberse evitado si, por ejemplo, los primeros US$15.000 millones que el Fondo le anticipó al Gobierno no se hubieran dilapidado en solo tres meses para atender la bicicleta financiera, la especulación que permite la fuga de capitales sin control, aumenta el déficit y retroalimenta la deuda que heredarán nuestros hijos, nietos y bisnietos.
Otro hubiera sido el cantar si, por ejemplo, se hubiera decidido la puesta en marcha de un proyecto estratégico de país, con la obra pública como faro para generar empleo y reactivar la rueda armoniosa de la economía.
Pero se tocó Fondo y ahora no queda margen. No hay mal menor: es el default o el despido masivo de trabajadores.