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El puntito que éramos

Rincón literario
Marte, nuevo hogar
Estábamos en la cornisa del tiempo, cuando repentinamente se nos volcó la historia encima de nuestras cabezas.
El cielo ya no era aquel cielo sino una gama de gases combinados que nos permitía nada menos que respirar, para poder vivir sin aquel sentido pecaminoso que nos imprimían cuando había que callar y sólo creer, para no pensar ni inventar.
Las viejas migajas de aquel viejo pensar se iban disipando para dar lugar al nuevo pan que nos habría de alimentar, las nuevas formas técnicas de ver y descifrar lo que era Noche o Día. Así empezamos de nuevo, para renovarnos de veras, sin milagros ni verdades ocultas.
Y ahí estábamos todos, vos y yo, entre esa multitud que deseaba seguir creyendo en la cartulina pintada, cuando ya había llegado la hora en que se había abierto el túnel para la nueva comprensión. Así fue como paso a paso se erigió la escalera que podía vislumbrarnos el saber de lo más alto.
Llegaban los días de la verdadera verdad y de la posibilidad de aquel gran desapego y corte del cordón umbilical que nos ligaba con el planeta. La mañana amaneció y nos mostró un verdadero nuevo renacer de la nueva cordura, sin referidos ni referentes; la cifra estaba echada al azar.
Sin más que perder, que la idea de ganar dando el paso inicial, fuimos avanzando sin más que lo real que nuestros cinco sentidos podían leer sobre el universo y ahí nos fuimos. Recuerdos sin pasado, memorias de lo que vendría a suceder; allá adelante estuvo todo, siempre desde hace mucho tiempo.
Aunque la duda nos persista y nos persiga, si es que El Tiempo ahí existe, la nueva madre tierra que habrá de mecer a los nuevos habitantes sin Mesías, ese suelo que los ha de sostener para anotar en sus memorias la salida del nuevo Sol y la nueva Luna, para recordarles siempre, aquel inmensamente pequeño punto que alguna vez hemos sido: La Tierra.

Luis Eduardo Campos
Poeta de Zavalía