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A la 7

Rincón Literario

Corría el tercer minuto de un martes cualquiera y estaba estremecido de dolor, sudor y tremendo bamboleo en la cabeza con pensamientos, temores y remordimientos.
Ya me sentía así desde el sábado pero, estoico, me la banqué. Hasta que no di más y entonces fue cuando llamé por auxilio, que alguien venga a buscarme y me llevara con suma urgencia a la guardia del hospital.
Sentía, principalmente, soledad, una angustiante soledad que me carcomía más que los dolores que aquejaban mi cuerpo. Los minutos pasaban y seguía ahí, mirando hacia el techo, tratando de comprender. ¿Comprender qué? ¿El dolor, la angustia, la soledad? ¿Qué cosa, si me dolía hasta el pensamiento?
Llegaron por mí, justo en ese instante en que el aire se ponía denso, cuando empezaba a ahogarme en suplicios que no salían y se amontonaban en la garganta, cada vez más ancha de no poder sacar al exterior lo que el espíritu y cuerpo -sí ambos- querían gritar.
Llegamos a la guardia del hospital y parecía una celebridad arribando en limosina a una fiesta de entrega de premios por cómo me miraban algunas almas que por allí deambulaban, me oteaban impunes. ¿Es que nunca vieron a alguien llegar de urgencia a un lugar donde, generalmente, se llega de urgencia?
Me ingresaron al sector enfermería, muy iluminada y limpia, con personas muy atentas y amables, donde pude relajarme por un momento, aunque seguía dolorido por dentro y por fuera.
Es más soportable cuando hay personas que parecen ángeles, que lo tratan a uno bien y le sonríen… esos son los verdaderos analgésicos para el alma.
Luego de unas horas en observación ordenan: “Alberto Ritman Roddeau, a la 7” y así fue cómo quedé internado de mi soledad en el hospital principal de la ciudad, con angustias, conspiraciones y una serena y superficial calma que engañaba a cuanta persona me cruzaba en ese infame derrotero.
Siete también fueron los días que estuve para lograr la recuperación. ¿Me recuperé realmente?
Tengo la sensación que es algo pasajero esto de la recuperación y que pronto volveré a ese lugar porque la sanación va por otro lado y aun no encuentro al médico que me dé las indicaciones que necesito.
Estoy en mi casa, plácidamente recostado, mirando al techo como aquella noche y mientras miro, pienso y tiemblo que vuelvan a decirme: “Alberto Ritman Roddeau, a la 7”.

Alberto Ritman Roddeau
Poeta de Por Acá