Pareja gay adoptó a tres hermanitos y creó un ‘oasis’ en medio del desierto
La casa donde habitan está ubicada en una meseta árida y despojada de todo. Pero es un oasis en el medio del desierto. Tiene un jardín, una pequeña huerta, árboles que regalan la sombra, flores y plantas que rompen con la monotonía de la tierra seca, de las jarillas y arbustos naturales que hay alrededor.
La vivienda está ubicada en uno de los puntos más altos de las bardas que bordean la ciudad de Neuquén, en la Patagonia argentina. Y en ella vive una familia muy singular: Papá Adrián (47), papá Fabio (34), y tres adolescentes, Cintia (19), Diego (17) y Mariana (15), que desde hace 3 años son sus hijos. Todos son protagonistas de una historia de amor, de esas que hablan de tolerancia y de inclusión, en tiempos en los que esas palabras se dicen mucho, pero no siempre se ponen en práctica.
Es la historia de una pareja gay que se casó apenas se sancionó la ley de Matrimonio Igualitario en la Argentina y decidió apostar a una familia, con todos los temores y reparos lógicos de semejante proyecto.
Todo comenzó en 2008 cuando Adrián Urrutia, un empleado municipal nacido en Neuquén lo conoció a Fabio Bringas, un maestro que había llegado a estas tierras desde la provincia de Córdoba. Los dos se enamoraron perdidamente y decidieron aceptar el desafío de todas las parejas que se aman: pasar sus vidas juntos.
En febrero de 2014, el día que el Congreso sancionó la ley de Matrimonio Igualitario, Adrián y Fabio estaban allí, en Buenos Aires, precisamente en las afueras del parlamento. Los dos lloraron de felicidad, gritaron hasta quedarse sin voz y se abrazaron con la promesa de concretar lo que ya venían hablando: casarse y proyectar una familia.
Adrián lo había soñado alguna vez. Hasta los 37 años estuvo de novio con una mujer, aunque se dio cuenta que era gay y que únicamente podía ser feliz al lado de un hombre.
”Siempre había tenido ganas de ser papá”, reconoce en una entrevista concedida a Yahoo. Por eso es que los miedos y cierta frustración llegaron inmediatamente. “¿Cómo puedo ser papá si soy gay?”, se preguntó.
Con el primer paso cumplido y luego de dar el sí en el Registro Civil, Adrián y Fabio se pusieron en marcha para seguir con el sueño de completar la familia. En 2011, se anotaron en el Registro Único de Adopciones (RUA) a la espera de poder tener esos hijos que tanto deseaban. Al principio pensaban en la adopción de un niño de no más de 10 años, pero a medida que iban conociendo las historias de muchos chicos que permanecían solos en hogares de contención a la espera de un adoptante hasta que cumplían la mayoría de edad, decidieron ampliar la búsqueda.
Finalmente encontraron a tres hermanos (dos niñas y un varón) que estaban en un hogar en la provincia de Buenos Aires y que cargaban sobre sus espaldas una historia triste. Hasta allá viajaron para tener una entrevista.
“La primera vez que nos vimos, las dos nenas corrieron hacia nosotros y nos abrazaron muy fuerte y nos pusimos a llorar; Diego no quería saber nada pero luego en el segundo encuentro cambió de actitud”, recuerda Adrián.
En octubre se cumplieron tres años de que Cintia, Diego y Mariana forman parte de la familia Urrutia-Bringas. Fue un intenso período de aprendizaje, de adaptaciones y de temores. “Criar a adolescentes es algo complejo; imaginate…. ¡Nosotros teníamos tres! ¡Y éramos una pareja gay!”, explica Adrián.
Siempre se dice que cuando hay amor, cualquier dificultad puede superarse. Y en esta historia, no fue la excepción. Con paciencia mutua, la familia comenzó a dar sus primeros pasos en esta nueva experiencia de vida, no sin tener dudas, altibajos emocionales y todos los inconvenientes que suele tener la convivencia entre personas.
Unos años antes, Adrián y Fabio se habían propuesto concretar otro sueño: el de la casa propia. En un terreno que Adrián había heredado, en un barrio alejado de la ciudad, la pareja comenzó a construir su vivienda, con las mismas ganas de enfrentar el desafío de tener una familia. El lugar en cuestión no era el más recomendable puesto que no tenía los servicios básicos, el agua corriente era solo un sueño y el terreno era una porción de desierto que parecía resistirse a cualquier cambio. Pero Adrián y Fabio no se dieron vencidos. Las paredes se fueron levantando, sembraron semillas, plantaron árboles y flores…
Hoy en el barrio La Meseta, la vivienda es un pequeño oasis en medio de la estepa patagónica. Tiene todos los contrastes en tonos de verde, cuenta con una huerta generosa y la que ofrece sombras balsámicas durante las tardes ardientes de verano y calor y refugio en las noches de invierno.
Pero lo más importante es que en su interior vive un grupo de personas que derribó barreras y prejuicios en nombre del amor. Es la familia de los tres hermanitos que volvieron a ser felices. La que formaron Adrián y Fabio, dos hombres que se casaron, que se aman y que desde hace tres años son orgullosos papás.