«Internet soberana»: la estrategia de Rusia y China para cambiar la red
En 2010, una delegación de países, incluidos Siria y Rusia, acudió a una agencia de Naciones Unidas con un extraño pedido: inscribir fronteras soberanas en el mundo digital.
«Querían permitir que los estados asignaran direcciones de internet nación por nación, en la forma en que los códigos de país se asignaron originalmente para los números de teléfono», explica Hascall Sharp, un consultor independiente de política de internet.
Después de un año de negociaciones, la solicitud quedó en nada: crear tales límites habría permitido a los gobiernos ejercer estrictos controles sobre sus propios ciudadanos, violando el espíritu abierto de internet como un espacio sin fronteras, libre de los dictados de cualquier entidad individual.
Casi una década después, ese espíritu sin fronteras de internet parece un recuerdo singular.
Los gobiernos que salieron de Naciones Unidas con las manos vacías no abandonaron la idea de poner un muro alrededor de su terreno del ciberespacio.
Simplemente han pasado la última década buscando mejores formas de lograrlo.
De hecho, Rusia ya está explorando un enfoque novedoso para crear una frontera el mundo digital: el mes pasado aprobó dos proyectos de ley que obligan a adoptar medidas tecnológicas y legales para aislar el internet ruso.
Es solo un caso de un número cada vez mayor de países que se han cansado de la red troncal de internet controlada por Occidente.
Y si bien los esfuerzos del Kremlin no son el primer intento de asegurar exactamente qué información puede o no puede ingresar a un país, su enfoque es una desviación fundamental de los esfuerzos pasados por una red común.
«Este caso es diferente. Las ambiciones de Rusia son ir más lejos que cualquiera, con las posibles excepciones de Corea del Norte e Irán en la fractura del internet global», comenta Robert Morgus, analista de ciberseguridad de la Fundación New America.
¿Qué pasa con internet abierta?
Es sabido que algunos países están descontentos con la coalición occidental que tradicionalmente ha tenido el dominio sobre la gobernanza de internet.
No son solo las filosofías expuestas por Occidente las que las preocupan, sino la forma en que esas filosofías se convirtieron en la arquitectura de la red, que está diseñada para asegurar que nadie pueda evitar que alguien le envíe algo a nadie.
Los problemas que surgen de esto no solo afectan a los regímenes autoritarios.
Cualquier gobierno podría estar preocupado por la difusión de información maliciosa, como los virus que llegan a las instalaciones militares o a las redes de agua y energía o las noticias falsas que influyen en el electorado.
Rusia y China fueron más tempranas que otras en comprender el impacto potencial que un ecosistema de información abierto tendría en los seres humanos y en la toma de decisiones, especialmente a nivel político.
Su criterio, según Morgus, era que los ciudadanos de un país son tan parte de la infraestructura como las centrales eléctricas y, por tanto, necesitan estar «protegidos» de la información maliciosa que los afecta, en este caso noticias falsas (en lugar de virus informáticos).
Pero no se trata tanto de proteger a los ciudadanos como de controlarlos, según explica Lincoln Pigman, un experto en Rusia en la Universidad de Oxford.
Primeras señales
Rusia y China comenzaron a hablar públicamente sobre el «internet soberano» alrededor de 2011 o 2012, luego de que las redes sociales fueran un espacio de organización contra regímenes autoritarios durante la llamada primavera árabe.
Convencida de que estas revueltas habían sido provocadas por los estados occidentales, Rusia trató de evitar que influencias perturbadoras llegaran a sus ciudadanos, creando esencialmente controles en sus fronteras digitales.
Pero la soberanía de internet no es tan simple como aislarse de la red global.
«En países con una conectividad rica y diversa, sería prácticamente imposible identificar todos los puntos de ingreso y egreso», señala Paul Barford, experto en informática de la Universidad de Wisconsin en Madison.
Incluso si Rusia pudiera encontrar de alguna manera todo el hardware por el cual la información viaja dentro y fuera del país, no les sería muy útil cerrar estos grifos, a menos que también estén contentos de estar separados de la economía mundial.
Internet es ahora una parte vital del comercio global y Rusia no puede desconectarse de este sistema sin dañar su economía.
El truco, sin embargo, es mantener algunos tipos de información libremente mientras se obstaculizan a otros.
El caso chino
El líder en la censura de contenido problemático de internet ha sido tradicionalmente China.
Su escudo, también conocido como el Gran Cortafuegos de China, utiliza filtros para bloquear de manera selectiva ciertas direcciones de Internet, ciertas palabras, direcciones de IP, etc.
Esta solución no es de ninguna manera perfecta: está basada en programas informáticos, lo que significa que los programadores pueden diseñar softwares adicionales para evitarlos.
Gran parte de la ventaja de China también se debe a las conexiones físicas en las que se basa internet.
Y es que Pekín, que sospechó de la nueva tecnología occidental desde el principio, solo permitió que se construyeran muy pocos puntos de entrada y salida del internet global dentro de sus fronteras, mientras que Rusia inicialmente fue bastante acogedora del auge de red global.
Ahora está plagada de interconexiones, mientras China tiene menos fronteras digitales que vigilar.
Así, Rusia no puede darse el lujo de convertir su red en un internet corporativo.
Sin embargo, a tomado medidas recientes para intentar controlar lo que circula dentro de sus fronteras
Los intentos rusos
Para sentar las bases para esto, el Kremlin se pasó años promulgando leyes que obligan a las empresas internacionales a almacenar todos los datos de los ciudadanos rusos dentro del país, lo que hace que algunas empresas, como LinkedIn, se bloqueen cuando se niegan a cumplirlo.
«Si Rusia tiene éxito en sus planes, no habría ninguna necesidad de filtrar la información internacional. El tráfico de internet ruso simplemente nunca tendría que salir del país», señala Morgus.
«Eso significa que lo único a lo que los rusos, o cualquiera, podrían acceder dentro de Rusia es la información que está alojada en suelo ruso, en servidores que se encuentren físicamente en el país. Eso también significaría que nadie puede acceder a la información externa, ya sea su dinero en efectivo en otro país o a Amazon para comprar una bufanda», agrega.
La mayoría de los expertos reconocen que el principal objetivo de Rusia al hacer esto es aumentar su control sobre sus propios ciudadanos.
Pero la acción puede tener consecuencias globales también.
Y es que, aunque los enfoques adoptados por Rusia y China son demasiado costosos para que los emulen los países más pequeños, eso no significa que no puedan influir en ellos.
«La difusión, en particular de las políticas represivas o de la arquitectura de internet no liberal, es como un juego de imitación», dice Morgus.