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7 alimentos que te ayudarán a controlar la inflamación intestinal

A falta de un tratamiento general y eficaz para las enfermedades que cursan con inflamación intestinal crónica, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, estos serían algunos de los alimentos más eficaces

En España la incidencia y prevalencia de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) ha aumentado en los últimos años, acercándose a niveles de los países del norte de Europa. La media de edad del diagnóstico es de 29,5 años, pero el 25 por ciento son menores de edad, presentándose la enfermedad en la adolescencia y, además, en la población infantil su prevalencia se ha triplicado en los últimos 15 años.

La EII engloba a la enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa (CU), unas patologías que afectan predominantemente al intestino y que se caracterizan porque producen una inflamación intestinal crónica.

En la primera, la inflamación puede estar en cualquier lugar del aparato digestivo, mientras que la CU afecta exclusivamente al colon; pero ambas son inflamaciones incontroladas que dañan el intestino y pueden provocar síntomas como diarrea y dolor abdominal, condicionando la vida de los que la padecen.

Las causas se desconocen, aunque se cree que puede deberse a la interacción de factores genéticos, ambientales y a cambios en la microbiota intestinal. Aunque no existe cura, los pacientes de EII disponen de medidas generales (dieta saludable, principalmente), tratamiento farmacológico y cirugía para combatir la enfermedad.

“En los casos de EII se produce un trastorno en la microbiota que genera un ecosistema con falta de bacterias beneficiosas (llamadas beneficiosas por su efecto regulador, antiinflamatorio…) que probablemente tiene relación con el estilo de vida occidental actual”, explica la doctora Natalia Borruel Sainz, especialista de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD).

Los estudios apuntan que, en el proceso de industrialización y desarrollo de nuestra sociedad hemos perdido algunos microorganismos que convivían con el ser humano desde tiempos ancestrales y que tenían efectos beneficiosos en la salud. “El estilo de vida es, por lo tanto, un factor relevante, aunque no único, en el desarrollo de dicha enfermedad y en el de otras patologías también con alteraciones en la inmunidad”, señala la experta.

Los síntomas de la EII se presentan en forma de brotes con dolor abdominal, diarreas y pérdida de peso que en muchos casos requieren de hospitalización, y suceden a lo largo de la vida del paciente en intervalos más o menos largos dependiendo de la gravedad y del tratamiento que esté realizando, ya que se trata de una enfermedad crónica.

Como complemento del tratamiento habitual de la EII, los expertos consideran que la manipulación de la microbiota intestinal podría ser una estrategia útil.

Asimismo, seguir una dieta mediterránea, rica en prebióticos, serviría de ayuda a los pacientes con EII al mejorar la diversidad de su microbiota intestinal y poder mantenerse estables en su enfermedad.

Entre los alimentos ‘protectores’ destacan estos:

La alcachofa,

La achicoria,

La cebolla,

El ajo,

Los espárragos,

Los cereales integrales,

Y las semillas.

La microbiota intestinal (antes llamada microflora intestinal) es la población de microorganismos que habitan en nuestro intestino. Se sabe que existen alrededor de 10 millones de genes microbianos distintos y estas bacterias desempeñan un papel muy importante en la vida de las personas y en el funcionamiento del organismo, ya que realizan funciones fisiológicas imprescindibles con un impacto directo en la salud de las personas.

Aunque se comparten muchas características, cada ser humano tiene su propia microbiota intestinal sin la cual no se podría vivir, dado que fabrica vitaminas (como la B12 o el el folato), produce moléculas importantes para el organismo (como los fitoestrógenos o los ácidos grasos de cadena corta), defiende contra microorganismos nocivos, influye sobre las calorías ingeridas y ayuda a producir serotonina, entre otras funciones.

Otras medidas que mejoran la microbiota intestinal

Además de evitar la toma de antibióticos innecesarios que disminuyan aún más la diversidad de la microbiota, y modificar la dieta para mejorar su contenido en fibra y prebióticos naturales y aumentar la ingesta de alimentos fermentados (probióticos), hay otras recomendaciones generales que suelen funcionar en una fase de mantenimiento y controlada:

Fracciona las ingestas al menos en 5 tomas de pequeño volumen.

Evita los alimentos ricos en grasas y las preparaciones culinarias copiosas.

Evita los alimentos y especias que irriten la mucosa intestinal.

La rehidratación y reposición de electrolitos debe controlarse si las diarreas son recurrentes.

Realiza un diario dietético con los alimentos que te sientan bien y los que te provocan sintomatología digestiva.

Si no encuentras relación entre un alimento y los síntomas digestivos, no es necesario eliminarlo de la dieta. La tolerancia a los alimentos puede ser distinta según se encuentre o no en «fase de brote».

La dieta deber ser individualizada según la tolerancia de cada paciente. Cuando introduzcas un alimento nuevo hazlo con otros que ya sabes que te sientan bien. De esta forma podrás ir viendo cuáles son los que toleras y cuáles no.

Cuando un alimento sienta mal las molestias suelen aparecer después de 6 horas. Si las molestias aparecen al día siguiente es poco probable que sean debidas a dicho alimento.

Los síntomas producidos por un alimento dependen de la cantidad del mismo. Empieza con cantidades pequeñas.

Debes masticar bien, comer con calma y reposar después de las comidas.

La dieta debe de ser amplia, equilibrada y muy variada. Cuando te encuentres bien procure no comer aquello que sabes que te sienta mal.

Hazte analíticas de sangre para evitar déficits nutricionales; los más comunes son de calcio, hierro, vitamina D, B12, B9, antioxidantes, cobre y vitaminas liposolubles.

Valora con tu médico la posibilidad de suplementar con calcio y vitamina D ya que su déficit está muy relacionado con el desarrollo de osteoporosis.

Asegura también el aporte de hierro, valorando la posibilidad de suplementación con tu médico digestivo ya que la anemia está muy presente en este tipo de casos.

Por último, otras estrategias como el trasplante de heces o la administración de bacterias beneficiosas, necesitan mayor investigación ya que los resultados son discordantes y pueden conllevar problemas de seguridad para el paciente si no se realizan en condiciones adecuadas.