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Diabetes mal controlada, uno de los principales factores de riesgo frente al coronavirus

Desde que se declaró en el país el aislamiento social preventivo y obligatorio como una de las principales medidas para prevenir la expansión del virus SARS-CoV, se hizo especial hincapié en el resguardo de aquella parte de la población considerada vulnerable: mayores de 65 años y personas con patologías preexistentes, entre ellas diabetes o hipertensión aterial.

Ahora bien, ¿cuál es la relación entre esas condiciones en los pacientes y el COVID-19, una infección que ataca preferentemente las vías respiratorias?

Para explicarlo, el investigador del CONICET en el Centro de Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (CENEXA, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA) Juan José Gagliardino va un poco más atrás: “primero hay que entender precisamente por qué afecta al pulmón más que a otros órganos”.

Según destaca el especialista, para entrar al organismo el virus necesita “colarse” por los receptores de las células, es decir unas proteínas ubicadas en la membrana celular que permiten la interacción de determinadas sustancias.

“Podemos decir que esa sería su puerta de entrada, y en el caso del coronavirus lo hace por la misma vía de ingreso que utiliza una enzima que participa en la regulación de la presión arterial, llamada angiotensina 2. El pulmón es un órgano muy rico en ella, y por eso es la mejor oportunidad para acceder y empezar a actuar”, desarrolla Gagliardino.

La experiencia mundial muestra que las personas más susceptibles al contagio pueden tener distintas características pero presentan como condición común una disminución del sistema inmunitario, también conocido como las defensas naturales del cuerpo.

Las causas de ese debilitamiento del sistema inmunitario son muchas, y entre ellas se destacan el envejecimiento –de ahí el riesgo de las personas mayores–, las enfermedades malignas y los llamados factores de riesgo cardiovascular, un conjunto de patologías que tienen en común promover el desarrollo de lesiones en el corazón o los vasos sanguíneos, tales como el accidente cerebro vascular (ACV) o el infarto de miocardio.

“Comprenden la obesidad especialmente la de tipo central, es decir la barriga prominente, la diabetes, la hipertensión arterial y la dislipemia, que consiste en la alteración de los niveles de lípidos en sangre, como el aumento del colesterol total, por ejemplo. Estos factores de riesgo, además, suelen venir asociados; esto quiere decir que las personas presentan más de uno”, prosigue el investigador.

Haciendo énfasis en la diabetes, Gagliardino señala que “es una enfermedad cuya prevalencia en nuestro país aumenta permanentemente”. Y grafica: “entre 2005 y 2018, la frecuencia de personas afectadas aumentó un 51 por ciento en población adulta, mientras que la obesidad –una condición que a su vez potencia su crecimiento– subió un 74 por ciento”.

Tradicionalemente, existen dos tipos de diabetes: tipo 1 (DT1) y tipo 2 (DT2). En la primera, el sistema inmunitario confunde con agentes extraños y ataca a las células productoras de insulina, una hormona encargada de regular los niveles de glucosa en la sangre. Esta forma, que desde su diagnóstico debe ser tratada con la administración externa de insulina, representa el 10 por ciento de los casos. El 90 por ciento restante corresponde a la DT2, y se da por una combinación de una baja producción de insulina con un menor efecto de ella en los tejidos del organismo.

“Pero hay otra forma más común y generalmente ignorada: la diabetes mal controlada, es decir la DT1 o la DT2 que no logra un equilibrio adecuado de su metabolismo, con glucemias que no alcanzan los valores esperados. Esta es la que realmente debe preocuparnos en relación al COVID-19 y el desarrollo de complicaciones cardiovasculares que tanto riesgo suponen”, enfatiza.

Acto seguido, advierte que “esto significa que las personas con diabetes que controlan bien su enfermedad, mantienen niveles casi normales de glucosa y de otros indicadores metabólicos como peso corporal, grasas en sangre y presión arterial, tienen prácticamente igual posibilidad de aquellas sin diabetes de contraer coronavirus u otra patología infecto-contagiosa”.

Así, el profesional subraya la importancia de llevar siempre un plan de alimentación saludable, practicar actividad física de manera regular y utilizar cuidadosamente la medicación prescripta como la mejor fórmula para cuidarse.

Precisamente en relación a la medicación, Gagliardino recuerda que para el tratamiento de la DT2 son varias las drogas disponibles en el mercado nacional y en este momento el COVID-19 ha impuesto algunas recomendaciones y restricciones.

Si bien pueden encontrarse en artículos científicos de reciente publicación, el profesional destaca la importancia de no dejar de consultar al médico de cabecera antes de adoptar una conducta determinada con respecto al tratamiento farmacológico. (ANDigital)