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El mito o la realidad sobre la famosa “pelota que no dobla” en la altura

Allá por 1996, la Selección Argentina dirigida por Daniel Alberto Passarella perdía contra Ecuador (2-0) en la altura de Quito (2.850 metros sobre el nivel del mar). Luego del partido, el entrenador dejaba una frase que quedó marcada para siempre en el colectivo popular: “la pelota no dobla” (en la altura).

En cada Copa Libertadores (para el caso de los clubes) o en las Eliminatorias, jugar en Bolivia y en Ecuador, siempre el tema central es el mismo: la altura. Más allá del rival de turno, se piensan estrategias, técnicas y formas de afrontar el juego en un terreno desconocido para la mayoría de los jugadores argentinos. Y no es en vano, el historial indica que tanto clubes, como la Selección, no lograron buenos resultados en La Paz o Quito, por citar algunas ciudades.

Ahora bien, ¿Se trata de un miedo infundado?. Hay dos factores principales, que deben separarse, por un lado está el mal que aqueja al rendimiento físico de los jugadores, el cual es ineludible, es real, es tangible. Es sencillo, si vamos como simples “turistas” a La Paz, por ejemplo, apenas moviéndonos nos sentimos mal, es fácil imaginarse como puede sentirse un jugador que debe correr, “trabar”, saltar, patear una pelota, ¿no?.

 

Estadio Atahualpa de Quito

¿Y qué pasa con la pelota?. Todos los que hemos jugado aunque sea una vez al fútbol sabemos que para darle “comba” (movimiento no rectilíneo de traslación) a la pelota debemos hacer que gire sobre su eje (movimiento de rotación) cuando le pegamos con nuestro pie. Aplicando estos conocimientos expuestos podemos explicar de forma simple como se da este efecto.

No entraremos en detalles técnicos o físicos, pero la ciencia puede explicar y quitarnos dudas. Y si, la conclusión es que aunque es leve el efecto, la pelota “dobla menos” a mayor altura. Para ello, no sólo sirve la experiencia de quienes juegan en altura o lo hicieron alguna vez, si no que aplicando diferentes formulas (como la «Ecuación de Bernoulli”) se demuestra que lo que alguna vez dijo Passarella es cierto.

“Es verdad que la pelota no dobla en Quito. En uno de los goles que me hicieron, no vi la pelota. Si me quedaba quieto, me arrancaba la cabeza”, reconoció Carlos «Chiquito» Bossio, quien formó parte del conjunto tanto en los juegos Panamericanos de Mar del Plata de 1995, como en el Mundial de Francia del 98.

Jorge Sampaoli, en línea con la recomendación del futbolista, decidió llegar a Quito a última hora. El equipo viajó el domingo por la tarde, pero hizo base en Guayaquil, ciudad industrial ubicada a casi 500 metros de la capital y con una altura incluso inferior a la de la Ciudad de Buenos Aires: sólo cuatro metros por encima del nivel del mar.