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El debate por el aborto busca desviar la atención de los problemas económicos

Lo publicamos en estas páginas y también lo advirtió un alto exjuez de la Corte: el debate parlamentario por la despenalización del aborto que comenzó ayer en Diputados busca “desviar la atención de los problemas económicos que hay en el país”.

Lo publicamos en estas páginas y también lo advirtió un alto exjuez de la Corte: el debate parlamentario por la despenalización del aborto que comenzó ayer en Diputados busca “desviar la atención de los problemas económicos que hay en el país”.

Porque las naciones desarrolladas, en las que ya se solucionó todo y la miseria no arrecia en las calles, se pueden permitir un debate de esta naturaleza.

Pero en Argentina, aunque esa discusión es necesaria, no podemos darnos esos lujos mientras un cuarto de la población siga por debajo de la línea de la pobreza, sin poder cubrir los costos de la canasta básica alimentaria; o mientras el endeudamiento para financiar el déficit siga en aumento, a la par de una inflación que no cede y paraliza el crecimiento económico, con PyMes que deben bajar las persianas y dejar a un tendal de personas fuera del sistema.

La raíz del problema está ahí: en garantizar la dignidad de los argentinos y argentinas, dotándolos de herramientas educativas, sociales y económicas que eviten el camino hacia el embarazo no deseado.

¿Qué mujer podría estar dispuesta a practicarse un aborto, someter a su cuerpo a una herida semejante? Y, peor aún, ¿quién quisiera hacerlo en la clandestinidad?

Las cifras oficiales del Ministerio de Salud son alarmantes: en 2016 murieron 43 mujeres por abortos, lo que representa el 17,6% de las mujeres embarazadas fallecidas ese año y convierte al aborto en la principal causa de muerte materna.

Pero el debate por la legalización es prematuro si no se atiende y soluciona el drama primigenio, el de las mujeres pobres, sin esperanzas de futuro ni preparación socioeconómica para traer un hijo al mundo.

El país se debe un debate serio, real, profundo, con las mujeres en el centro de la escena, pero contemplando las miserias que todavía asolan al país que supo ser granero del mundo y hoy ni siquiera puede alimentar como corresponde a todos sus hijos.