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Maduro pasa a la ofensiva económica apoyado por Rusia y China

Nicolás Maduro acudió a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) tranquilo porque, dijera lo que dijera, solo recibiría vítores y aplausos de los delegados revolucionarios, pero también consciente de que le tocaba vender su ofensiva económica para 2019 sin caer en veleidades «neoliberales». La multiplicación por cuatro del salario mínimo y la puesta en marcha de programas para paliar el derrumbe socioeconómico necesitan de financiación externa. Y el «hijo de Chávez» cuenta para ello con la ayuda interesada de sus socios rusos y chinos, siempre ávidos de buenos negocios en América Latina .

«Aquí nadie vaya a creer que vamos a privatizar, ustedes confían en mí. No soy ni un cobarde ni un pelele. Ni un capitalista ni un neoliberal, pero tampoco soy un obtuso. Si puedo traer capital privado internacional para recuperar una empresa, ¿no lo traigo? ¿Me cierro? Si puedo recuperar Venalum o Bauxilum [empresas básicas del Estado] con capital mixto, inversiones y alianzas con empresarios de China, Rusia, Turquía y Qatar, ¿no lo hago?», preguntó Maduro a su público como paso previo para anunciar con otras palabras la venta parcial de las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), en otros tiempos joyas de la corona venezolana y hoy casi en la ruina.

Este plan de empresas mixtas, donde los aliados internacionales obtendrían la mitad de las ganancias, es visto con serias reticencias incluso entre los chavistas disidentes.

«Maduro plantea abiertamente la privatización parcial de algunas empresas del Estado. Así estamos», reaccionó Henkel García, director de Econométrica.

Maduro necesita divisas contantes y sonantes, vengan de donde vengan, incluso del «Imperio».

«Los Estados Unidos y sus mayores empresas van a venir aquí y van a venir respetando la Constitución y las leyes, y van a traer dinero para ganar-ganar», aseguró el líder revolucionario. Hasta ahora la ausencia estadounidense en los campos petroleros de la Faja del Orinoco y en otras zonas del país es aprovechada sin disimulo por rusos y chinos.

Ya lanzado con su nueva estrategia sobre las grandes empresas, Maduro aprovechó para anunciar que él mismo, en persona, tomará el mando de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

«Me juego mi vida y mi honor en esta batalla que voy a dar», añadió el «hijo de Chávez». Delante de él, a pocos metros, escuchó el mensaje el general Manuel Quevedo, actual presidente de Pdvsa, a quien Maduro encargó hace poco más de un año cambiar el rumbo de la compañía, vital para el futuro del chavismo.

En otra de las medidas económicas más sorprendentes, que incluyen otra vez a Pdvsa y a las industrias básicas, Maduro ordenó que el 15% de su producción sea vendida en petros, la criptomoneda bolivariana que deambula como un fantasma en la vida venezolana.

A Maduro no le hizo falta deslizarse dentro del árbol de Alicia en el País de las Maravillas para aterrizar en un mundo paralelo y describir un país que nadie ve y que casi todos sufren. «Cifras que impresionan» y «avances del cielo a la tierra», dijo el líder bolivariano sin rubor en su presentación anual ante la ANC.

«Estamos venciendo y vamos a vencer», subrayó el jefe del Estado tras jactarse de cuidar los bolsillos del pueblo con una subida del salario mínimo: de los 4500 bolívares soberanos actuales hasta los 18.000 decretados. Con 4500 mensuales ayer solo se podía comprar en Caracas un cartón de huevos y beber un café en una panadería. Según la tasa de cambio que propone el gobierno, el nuevo salario equivale a 21 dólares, pero al cambio en el mercado paralelo, el que impacta de lleno en la economía, equivale a 7 dólares.

Las subas previas de los salarios sin adoptar medidas macroeconómicas han agravado una y otra vez la espiral inflacionaria, que según el Parlamento cerró en 2018 con casi el 1.700.000%. Los analistas económicos de Torino Group temen que la suba de precios este año supere el 20.000.000%.

Maduro repite el mismo mensaje desde 2014, cuando aseguró ante una grada enfervorizada que ese año, por fin, acabaría con el dólar blue, para luego alcanzar la recuperación económica. El turno es ahora para 2019, pese a que la realidad le ha quitado la razón un año tras otro: al llegar al poder, un dólar americano se cambiaba a 25 bolívares en el mercado paralelo; hoy se negocia a 2500 soberanos, que equivalen a 250 millones de los antiguos bolívares.