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El Papa celebró en la plaza vaticana vacía el Via Crucis en solitario

Por la cuarentena, el Viernes Santo fue televisado en Italia. Doce personas, bien separadas, recorrieron las estaciones

Después de la misa en una semidesierta basílica de San Pedro, con un piso de mármoles maravillosos y arcos barrocos que resaltaban por la falta de gente, el papa Francisco celebró por la noche el Via Crucis, que cada Viernes Santo se realizaba en el Coliseo, el lugar donde fueron sacrificados cientos de cristianos en la Antigua Roma. Esta vez en cambio, por la cuarentena impuesta a causa del coronavirus, se vio a Francisco bajo un baldaquino en una plaza de San Pedro vacía e iluminada con pálidas luces que marcaban el camino que recorrieron, primero en torno al obelisco y luego hacia donde estaba el pontífice, las doce personas que con una cruz y antorchas, fueron recorriendo las 14 estaciones del Vía Crucis.

Desde 1750 y hasta 1871, el Via Crucis se celebraba en el Coliseo. Luego de esa fecha, probablemente porque en 1870 se consiguió la unidad de Italia y los Estados Pontificios (luego Vaticano) que dominaban todo el centro de la península, perdieron espacio y poder, se empezó a celebrar en la Plaza de San Pedro. En 1965, bajo el papado de Paulo VI, el Via Crucis volvió a hacerse regularmente en el Coliseo.

En cada estación del Vía Crucis, que va contando desde el momento que Jesús es condenado hasta cuando es crucificado y enterrado, se proponen meditaciones. Esta vez fueron escritas por gente relacionada con la cárcel “Due Palazzi” de la ciudad de Padua. Catorce personas contaron sus propias experiencias de vida. Entre ellas cinco detenidos, una familia víctima de un homicidio, la hija de un hombre condenado a cadena perpetua, la madre de un detenido y un policía de la cárcel. Algunas de ellas, incluidos dos profesionales del servicio médico vaticano, participaron de la procesión que llevaba la cruz del Vía Crucis. Al final de la ceremonia se esperaba que el papa hablara, según decía el librito de la celebración. Pero no lo hizo.

Las ceremonias de este Viernes Santo como las de toda esta Semana Santa, fueron y serán trasmitidas en streaming, por Internet, a todo el mundo y en varios idiomas, por decisión del Vaticano que prácticamente repitió las normas impuestas por el gobierno italiano en materia de cuarentena, y porque el papa quiso así estar cerca de la gente en esta crisis. Otra forma de estar cerca de la gente fueron sus dos mensajes de hace pocos días, uno sobre el coronavirus y otro en vista de la Semana Santa. En ambos insistió en que estaba cerca de todos los que se han visto afectados, de una u otra manera, por la pandemia y llamó a la solidaridad.

En una entrevista concedida por Francisco al periodista y escritor británico Austen Ivereigh, publicada por varios medios esta semana, el papa Francisco explicó cómo estaba viviendo la pandemia. En el Vaticano, dijo, “cada uno trabaja en su oficina o desde su habitación con medios digitales. Todo el mundo está trabajando; aquí no hay ociosos”. Y sobre sí mismo dijo: “Rezo más, porque creo que debo hacerlo. Y pienso en la gente. La gente es algo que me preocupa”. “¿Cuál va a ser mi servicio como obispo de Roma, como cabeza de la iglesia, en el después? -agregó-. Este después ya empezó a mostrar que va a ser un después trágico, un después doloroso, por eso conviene pensar desde ahora. Se ha organizado a través del Dicasterio del Desarrollo Humano Integral (del Vaticano) una comisión que está trabajando sobre esto y se reúne conmigo”. Y más adelante añadió que “hay que cuidar el ahora, pero para el mañana”, calificando como como “héroes” a los médicos, enfermeras, religiosas, sacerdotes, obreros que cumplen con su deber para que la sociedad funcione.

“Esta crisis nos afecta a todos: a ricos y a pobres. Es una llamada de atención contra la hipocresía -dijo más adelante-. A mí me preocupa la hipocresía de ciertos personajes políticos que hablan de sumarse a la crisis, que hablan del hambre en el mundo, y mientras hablan de eso fabrican armas”. Y concluyó: “Toda crisis es un peligro, pero también una oportunidad. Y es la oportunidad de salir del peligro. Hoy creo que tenemos que desacelerar un determinado ritmo de consumo y de producción y aprender a comprender y a contemplar la naturaleza. Y reconectarnos con nuestro entorno real. Esta es una oportunidad de conversión. Sí, veo signos iniciales de conversión a una economía menos líquida, más humana. Pero no perdamos la memoria una vez que pasó esto”.