Conversación física
Rincón Literario
Me acosté cansado y con dolores de cintura, entonces le pregunté: ¿por qué me perseguís ahí, justo detrás de mí? Y el dolor me respondió: pues, de no ser así, tú no serías tú… Sorprendido por la inmediata y conclusiva respuesta le repliqué preguntando ¿y estas solo?
¡No! agregando “traje al dolor del pie derecho, a los de las rodillas, al del hombro izquierdo, al del cuello y al más diariamente sentido amigo, el dolor de los dedos de las manos”. ¡Son unos cuantos!, dije. Ahí fue cuando el dolor titular afirmó “sí, somos un piquete para solamente hacer que sufras y significamos el síntoma, que tiene lugar en la forma más profunda de tu propio descontrol y desatención personal; nada físico aunque sí, mental”.
Con tan severa afirmación, entendí que no habría forma rápida ni fácil de poder desprenderme esa noche, al menos para dormir de la mejor forma posible. Entonces desaceleré mi impulso de eyectarlos de mi cuerpo aminorando los pensamientos, buscando una forma de conciliar con este inseparable compañero, sin embargo, a esa hora y con los ojos casi cerrándose, le pregunté si no era posible llegar a un acuerdo, aunque más no fuere hasta la mañana siguiente; para lo cual este jefe piquetero parecía no tener la mínima intención de retroceder ni tampoco mi cuerpo. Lógico, el cuerpo era mío, él solamente habitaba ahí, entonces, ¿cómo hacer para echarlo? Lo sorprendentemente inevitable del caso era que todo pensamiento mío, él lo sabía de antemano, era así como podía decirme y advertirme que por más calmante que tomara o pomada que me aplicase, él persistiría ahí, imbatible.
Un verdadero intruso, un enemigo interno que conocía muy bien todas mis zonas débiles; sin embargo pensé, yo de ahí podría obtener buena información siempre y cuando me pudiese acercar y en lugar de tratar de enfrentarlo para echarlo, me sentara a su lado, entonces así poder conversar; claro, ciertamente era un enemigo y es muy difícil conciliar con esos entes, entonces ¿cómo hacer? Pues, esto me daría la solución y el camino para poder llegar a la raíz de todo eso que no me deja vivir en paz.
Era difícil ensayar un pensamiento estratégico a esa hora y con tal cansancio pero las horas pasaban y yo estaba interesado, cada vez más, en tratar de mediar este conflicto que en dormir de forma intermedia y descansar mal.
Fue ahí donde me pregunte ¿qué peor cosa podría ocurrir más que mis dolores, si me sentara a hablar con mi enemigo interno? Pensé que podría dejar de lado mis preguntas y solamente escuchar su declaración de derechos pretendidos, ¿qué más? Y así lo hice.
Ahí mismo me desprendí de todo prejuicio y accedí a escucharlo. Él, con una sonrisa de victoria en puerta se sentó a sus anchas y empezó a decirme cosas; no eran muy lindas pero cada vez que abría su boca las ideas en mi mente se revolvían y alborotaban; estaban todas desordenadas y confusas.
Pero él no dejaba de decir y decir. Recuerdo que uno de los conceptos en donde hizo mayor acentuación fue que su presencia en mi vida se debía a que yo vivía más, de acuerdo a lo que creía yo, que era yo mismo, que pensando en lo que realmente era y en qué forma llevaba mi vida de acuerdo a esa creencia; explicaba que creer no es lo mismo que pensar y que La Razón tampoco era pensar, sino que la misma razón era él mismo; habiendo nacido, amamantado y crecido gracias a la sociedad, esa que infiltró mediante su accionar, todo eso en mi mente y ahí estaba él, parado frente a mí confiándome todo su Gran Secreto que justificaba su presencia en mi cuerpo, previamente habiendo entrado por mi mente, gracias a pensar más en el otro que en mí mismo, a lo que la sociedad designa como Egoísmo.
Explicaba que construir bien mi casa en primer término, para ofrecerla a otros precisamente eso, era lo que debíamos designar como Respeto y atención al otro. Comentaba que el mundo jamás cambiaría si nadie resolvía ese dilema entre creer y pensar. Algo que nos han vendido como idéntico y que en realidad son opuestos y que por eso existen; entonces me hablaba de que todo lo que no tiene opuesto, simplemente no tiene lugar. También me dijo que el Hombre existe precisamente por eso, pues Mal y Bien están dentro de Él, en la misma medida pero que su tarea aquí en este mundo era buscar el equilibrio para poder subsistir y manejar todo esto que llamamos existencia; explicaba que somos seres paradójicos en todo rincón, donde lo analicemos; que para eso no hay más remedio que la constante vigilancia.
Así, como Él me vivía vigilando desde hacía ya años, y que debido a eso había venido a visitarme y a habitar dentro de mí. Me quedé sin palabras y luego de ese rato tan increíble, solamente atiné a darle la mano y a agradecerle lo que me había permitido ver, que antes, en el ir y venir del contexto social, no lograba identificar.
Luego de su interesante diagrama de ideas, nos quedamos por un rato mirándonos, en silencio; Él sonriendo, yo casi sin poder ver mucho ni tampoco escuchar pero cada vez más, sintiendo mucho sueño y así pude entonces cerrar mis ojos y descansar sin más que lograr dormir profundamente para levantarme al otro día; pensar de nuevo al mundo, entonces de ese modo lograr vivir sin dolores y en paz.
Luis Eduardo Campos
Poeta de Zavalía