Actualidad

Diabesidad: la epidemia que crece a un ritmo alarmante en todo el mundo

La obesidad y la diabetes se han convertido en un problema de primera magnitud. Esta combinación forma un cóctel explosivo del que no se salva nadie; las cifras en niños y adolescentes son alarmantes. Estos son los datos que debes conocer

Es una de las grandes epidemias de nuestros días. Se trata de la conjunción de dos patologías que destacan por su prevalencia en la actualidad, la diabetes y la obesidad, y que suelen ir de la mano.

El impacto en la salud de la diabesidad (un término acuñado por Paul Zimmet en el año 2001) implica a largo plazo una reducción de la calidad de vida y reducción de la esperanza de vida en general. También los avances recientes han encontrado que existe una asociación entre el estrés crónico, depresión y problemas para dormir con la diabesidad.

Así, se estima que más del 80 por ciento de los pacientes diabéticos tienen sobrepeso y hasta un 60 por ciento son obesos. Si, además, las analizamos de forma individualizada los datos no mejoran, ya que la prevalencia de la obesidad en España se sitúa alrededor del 23 por ciento.

“El sedentarismo y el alejamiento progresivo de la dieta mediterránea y la cocina tradicional han dado lugar a una dieta basada en productos precocinados, alimentos envasados y comida rápida que favorece la obesidad”, señala el doctor Javier Carrasco, coordinador del Grupo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

Además, los niños y adolescentes también se ven afectados por esta patología, ya que la obesidad infantil afecta a casi un 30 por ciento de los niños.

“La prevención de esta epidemia pasa por volver a los hábitos de comida tradicionales, caminar hasta el trabajo o el colegio, jugar en la calle y promover la alimentación saludable en colegios y otros lugares públicos, entre otras”, insiste el doctor.

Prevenir y combatir el sobrepeso y la obesidad es la clave para evitar no solo el desarrollo de la diabetes, sino de muchas otras enfermedades relacionadas con el exceso de peso. Los expertos coinciden en que la solución está en adoptar hábitos de vida saludable: comer mejor y hacer ejercicio, siempre desde temprana edad.

Las consecuencias del sobrepeso

La obesidad es una enfermedad crónica en la que el problema no es sólo el elevado peso corporal sino el impacto que el aumento del tejido graso tiene sobre prácticamente todos los órganos de cuerpo.

“Sin duda, alteraciones metabólicas como la diabetes son las más conocidas, así como la hipertensión o la dislipemia. Pero no hay que olvidar otras que afectan a la calidad de vida de los pacientes, como el hipogonadismo masculino, la infertilidad o la afectación osteoarticular que limita y mucho la vida del paciente con obesidad”, comenta el experto.

Entre estas patologías asociadas destaca la apnea del sueño, siendo una de las más prevalentes y más graves de la obesidad, por los efectos adversos cardiovasculares que conlleva (cardiopatía isquémica, ictus o insuficiencia cardíaca). La padecen entre el 50 y el 77 por ciento de pacientes obesos, es decir aquellos que tienen el índice de Masa Corporal (IMC) por encima de 30, y su prevalencia se incrementa por cuatro por cada cinco puntos que aumenta el IMC.

Al igual que la apnea del sueño, el hígado graso también es consecuencia del exceso de grasa
corporal y lo padecen entre el 20 y el 46 por ciento de las personas en países occidentales.

“Suele ir asociados a una elevada resistencia insulínica y tan solo un 7 por ciento de las personas con normopeso lo padecen”, argumenta el doctor Javier Carrasco.

“Tanto la apnea del sueño como el hígado graso no alcohólico mejoran de forma considerable con la pérdida de peso, pudiendo llegar a desaparecer con pérdidas de peso importantes como las que se consiguen a través de la cirugía bariátrica”, añade el especialista.

Y el impacto de la diabetes

La diabetes es una enfermedad que afecta a pacientes de todas las edades. “Probablemente, su origen empiece en la infancia con malos hábitos alimenticios y poco ejercicio, por ello, la educación es la mejor arma para abordar la prevención”, expone el doctor.

Ya en la edad adulta la diabetes es especialmente frecuente en pacientes con sobrepeso y otros factores de riesgo cardiovascular como el tabaco, la dislipemia y la hipertensión arterial.

Pero, sin duda, la diabetes en el anciano es la gran desconocida. Este grupo poblacional suele excluirse de los ensayos clínicos debido a sus condiciones concretas de fragilidad y relación con otras patologías coexistentes, pero cada vez están más presentes en la evidencia científica actual.

De hecho, la SEMI está trabajando en un registro sobre ello. “Los objetivos de tratamiento deben individualizarse y los fármacos deben utilizarse con precaución teniendo en cuenta que sus efectos secundarios que pueden ser letales en los ancianos. Hay que tener en cuenta que la hipoglucemia es más frecuente y más grave en ancianos que en otros grupos de población y en muchas ocasiones suele ser consecuencia del sobre tratamiento. Por ello, es muy importante continuar investigando en este grupo poblacional”, apunta el doctor.

Por otro lado, la resistencia a la insulina es uno de los problemas a los que se enfrentan los pacientes diabéticos. “Aunque tenemos insulinas cada vez más fisiológicas, con menor riesgo de hipoglucemias y más seguras desde el punto de vista cardiovascular, la medida más efectiva para reducir la resistencia insulínica es la pérdida de peso”, subraya el experto.

Por suerte, la diabesidad es una enfermedad derivada de nuestros hábitos de vida actuales, tanto en la alimentación como en la falta de ejercicio. Así que esta enfermedad se puede prevenir y tratar con un sencillo método que garantice la práctica de ejercicio constante, la pérdida de peso y una alimentación sana. Estas son algunas de las medidas que puedes tomar para evitar la diabesidad:

No excluir alimentos en las comidas, ya que no existen alimentos que adelgacen o engorden.
Tener una dieta variada y evitar la rutina.
Realizar tres comidas más energéticas y dos meriendas, una a media mañana y otra a media tarde.
Comer siempre a unas horas determinadas y no picar entre horas.
Reducir el consumo de grasas saturadas y trans, presentes en la bollería industrial o alimentos procesados, y fomentar el consumo de grasas monosaturadas y polisaturadas, presentes en el aceite de oliva y girasol, en frutos secos, y en pescados azules.
Eliminar el consumo de tabaco y alcohol.
Limitar el consumo de fritos y sal, que favorecen la hipertensión, y potenciar técnicas culinarias más saludables, plancha, horno, microondas, vapor, hervido…
¿Estás dispuestos a hacer estas modificaciones en tu estilo de vida? ¿Crees que no somos conscientes del riego -a medio plazo- que supone la obesidad?